domingo, 19 de abril de 2009

Sólo para compartir

Cara a cara con una montaña enojada

Yo quería compartir esta historia con ustedes porque era una experiencia que me cambió mucho. Estar tan asustado es un método muy bueno para conocer mejor a tú mismo. Por lo menos un momento catártica de alguna emoción.

“¿Por qué están hablando alemán? Permiso señor, ¿estamos en el volcán que se llama Etna, verdad?” Y así fue nuestra aventura en Italia por las vacaciones de primavera 2008. Pero, antes de llegar en este punto, retrocedemos al principio del día. Tomamos el autobús, yo y mi amiga con quién viajaba, de Siracusa al pie de Etna, uno de los volcanes más activos en el mundo. Del punto medio, tomamos la vía férrea a la próxima parada. Había una niebla tan densa como no he visto nunca. Era casi imposible ver por las ventanas del carro. Lo que pudimos ver era la corriente solidificada de lava y unas casas enterradas. Una escena muy inquietante.

En el campamento base, hacía mucho frío por la altitud. Alquilamos unas chaquetas para que nosotros no perdiéramos demasiado calor. Afuera del campamento base, estábamos por encima de las nubes. Era una vista tanto magnífica como espantosa. Después de alquilar las chaquetas, tomamos un autobús que parecía un tanque era tan grande. El paseo a la cima era lleno de baches y por eso, un poquito traicionero. En Italia, no hay reglas de seguridad. Bueno, existen estas reglas, pero no están respetadas siempre y aunque no deberíamos estar en montaña, según yo, ninguna persona nos paró.

Cuando salimos del “tanque”, el viento casi nos lanzó del volcán. Tuve que poner mis gafas del sol para proteger mis ojos de las cenizas volcánicas. Agarrándonos, seguimos al guía a un tiro, de donde el vapor salía. Pensando que sacaríamos unas fotos y pues regresáramos al campamento base, echamos un vistazo, caminando, (bueno gateando), por la área cerca del tiro.

 Volvimos a seguir el guía, buscando algo dirección, pero estaba hablando muy bajo y una alemana estaba gritando en alemán sobre el viento. Nos dimos cuenta de que ella estaba traduciendo. De algún modo, nos hicimos parte de un grupo turístico de Alemania. Pues, finalmente en italiano, “Va bene. Guardate un po'. Fate una passeggiata. Di là’,” que quiere decir, “Bueno. Paseen un poquito por allí.”  El guía intendía que nosotros debiéramos caminar por la cresta helada de fatalidad segura. “¿Por qué no?” decimos.

No había ni rejas ni cuerdas ni dirección. Sólo un sendero que medía un medio metro de ancho, cubierto en hielo. Por miedo del viento, yo y mi amiga nos agarramos para combinar nuestro peso para sostener las ráfagas. Valía la pena. El cráter que vimos me bombeó el corazón con adrenalina. El volcán no estaba por entrar en erupción pero yo seguía pensando que fuera posible. Satisfechos, regresamos al tanque sin guía, por supuesto. Afortunadamente, ahora el viento nos empujó de atrás y el paseo cubierto de hielo se hizo un tobogán sobre que no pude caminar lentamente. Yo casi corrí porque no pude crear ninguna fricción por el hielo. Pues, haciéndonos tan aerodinámico como posible, llegamos al tanque, nos retiramos adentro, y empezamos a descongelar nuestras manos. (No se nos había ocurrido a alquilar los guantes también). Completamente atemorizados por la experiencia, soltamos una carcajada.    

            Mi consejo para ustedes es este. Les consejo que vayan en otras partes del mundo, que digan “Sí” a alguna oportunidad que se presenta, y que compartan las experiencias con otras personas para que ellos tal vez puedan aprender y buscar nuevas experiencias para ustedes mismos.



1 comentario:

  1. ¡Qué una aventura! Parece que aprendiste mucho sobre tu mismo en esta experiencia y en tus viajes internacional. Estoy de acuerdo con tus consejos - ver el mundo es algo muy especial, especialmente durante los años en la universidad. Hay muchas gran oportunidades para gran experiencias por todo el mundo.

    ResponderBorrar